Encuentro Feminista del Paraguay 2013. Foto: Luis Vera

Quiero que sea este lugar, pero convertido. Que decir aborto suene a legal y que no sea un pecado mortal (1)

María López // En realidad no tenía muchas ganas de escribir un artículo sobre aborto, pero dos grupos de mujeres, no muy diferentes me hicieron cambiar de opinión. Y debido a los dos encuentros con estos grupos de mujeres, el título. Quiero que sea este lugar, este país, estas mujeres pero con un sistema judicial que no criminalice el aborto, si no que lo despenalice y lo legalice. Quiero que éstas mujeres y muchas otras sean atendidas con respeto y calidad en los centro asistenciales y si deciden hacerse un aborto, que no sea motivo para llamar ni al cura, ni al policía ni a al fiscal. Ni que ellas sientan ni crean que es un pecado mortal.

Quiero además un sistema de salud que dé información sobre salud sexual y reproductiva, sin que eso implique que tengan que comprarlo fuera del hospital ni que tengan que ir a comprar a la casa de la enfermera.

Quiero que estas mujeres y que las mujeres de sus comunidades y que muchas otras mujeres sigan vivas para seguir luchando por una vida mejor, por una vida digna, por educación, por más salud. Por que no puedo comprender un mundo sin las mujeres que conocí, sin las mujeres que ayudan a otras mujeres. Sería menos comprensible si sus ausencias se deben a abortos mal hechos o por que simplemente decidieron sobre sus vidas.

Quiero que estas mujeres sigan en sus luchas, sigan aportando lo suyo para construir ese camino hacia un país mejor.

La idea de este artículo es plasmar lo que fui escuchando/viviendo durante estos días, compartiendo con mujeres tan diferentes e iguales a mí. También lo que escribiré es lo que siempre compartimos con otras compañeras (y también compañeros) en los distintos espacios en los que estamos.

Lo primero que se me pasa por la cabeza al recordar los encuentros, es que cada mujer por lo menos conoce o vivió una experiencia de aborto. No es que las mujeres desalmadas son las únicas que abortan. En ese caso todas las mujeres somos desalmadas y malditas, y digo esto porque me quedé “shockeada” con cada caso aborto que escuché, similares y distintos a la vez. Luego reaccioné y pensé que no era tan descabellado, que era la realidad. Yo misma conozco historias de muchas mujeres que acudían a cierta persona para solucionar sus problemas. Y al escribir este artículo, caigo del catre y entiendo lo que veía en mi casi-ingenua niñez, y lo reconfirmo en la mirada de mi madre. Confirmo en ella lo que esta sociedad con doble moral oculta, legitima y juzga y es que teníamos una abortera rondando la familia. Ahora entiendo por que esa señora, casi siempre, vivía rodeada de adolescentes y adultas; de mujeres como ella, como yo, como mi mamá y como muchas otras.

A esto habría que agregarle tantos casos públicos, convertidos en impunidad, injusticia y asesinato, cuyo único responsable es el Estado paraguayo, porque esta penalización se convierte en actos de homicidios masivos y va a convertirse en genocidio, si es que las mujeres no tomamos medidas urgentemente. Con esta penalización tienden a desaparecer mujeres que creen en sus cuerpos, en sus vidas, en su libertad. Mujeres que sueñan como nosotras, las burguesas. Y hay algo duro que admitir; mientras nosotras (las burguesas o aburguesadas) discutimos entre nosotras sobre la despenalización del aborto, una mujer pobre se hace un aborto, una mujer muere, una mujer sueña con no perder su libertad tras rejas oxidadas. Una mujer sueña con la vida, con su destino.

Volviendo a la actitud criminal del Estado, debemos recordar que no este no actúa ni reprime, es así porque existe, en complicidad con las iglesias, con las empresas que lucran con la vida de las mujeres, con las mentes misóginas y perversas que sostienen un sistema patriarcal que no termina de irse, porque siempre encuentra nuevas formas de cortar, penalizar y criminalizar la libertad de las mujeres.

Las mujeres pobres, víctimas del sistema binario criminal

En las reuniones en las que participé con mujeres campesinas y pobres, nos separamos un momento de nuestro tema de interés (2). Todas comenzaron a hablar de aquello que se calla, de aquello que no se cuenta y de lo que no debería ocurrir. Todas comenzaron a hablar del aborto y de sus experiencias. Yo atónita, queriendo creer y no, escuchaba y pensaba en los casos más cercanos que conozco.

Escuchaba frases como; “yo no quise que esa mujer abortara por que a mí me pesaría en la conciencia y le aconsejé que no lo haga. Finalmente lo tuvo, pero ella se fue de la casa”, “yo aborté por que era mi derecho y por que no tenía condiciones de mantener a esa criatura”, “una chica de la comunidad llegó desangrada al hospital por que se metió un tallo de perejil ahí”, “un bebe recién nacido fue abandonado en la puerta de tal lugar, lo encontramos muerto aun en su bolsa, según el forense no llevaba ni media hora de nacer. Yo pienso que eso es mucho más criminal que abortar un feto antes de que termine de formarse”, “Yo conozco un caso de una amiga (con mejores condiciones) que tuvo que abortar por que su papá la había amenazado de muerte si es que se embarazaba. Ella sigue viva, continúa con su historia de vida”. Seguía escuchando casos y casos sofocantes y asfixiantes, porque no todos lo casos son de suerte y sobrevivencia. Escuchaba casos de muerte por infecciones, consecuencias del aborto.

También escuché casos de mujeres que se hacen abortos con médicos que en los hospitales públicos las crucifican y en sus consultorios privados les $acan hasta lo que no tienen. Casos de mujeres que piden préstamos en financieras para poder hacerse un aborto seguro en una clínica clandestina.

La pregunta que nos hacemos es ¿Qué ocurre con las mujeres que no pueden sacar ningún préstamo? Y sencillo (no hay que ser ningún tipo de analista para saber lo que ocurre), solo las personas que se encierran en su falsa moralina son las que no quieren ver, esas mujeres mueren. Y mueren porque el Estado sigue negando la realidad y sigue penalizando el aborto y porque no garantiza el derecho a la salud de las mujeres. La realidad nos dice que las mujeres se hacen abortos y prefieren morir infectadas y desangradas, antes de ir a un hospital, por que saben que nadie las atenderá y que terminaran presas. Eso sabemos todas, pero en un guaraní puro nos decía una señora de San Pedro “Koa ho situaciónko ndaideprovechoi la kuña kuérape. La kuña ko oabortá ha oabortatagueteri, pero omanota hikuei porque jaikuaaporã hina ke ohorõ la hospitalpe oñenãtendevaitaha hese, ha hi’ari umi enfermerakuéra ohenóita fiscalpe. Upévare ndohói hikuei la huguipajepeva’ero hina” (3)

Silencio.

Que más claro. Y esta situación pasan miles de mujeres al año, y por esta experiencia aterradora solo pasan las que no tienen poder adquisitivo. Las que no tienen recursos para viajar ni las que tienen forma de solicitar un préstamo. Las que no pueden acceder al derecho del aborto seguro y “bien hecho”. A las que pueden pagarse un viaje o una clínica, nadie las ve y nadie las escucha. En primer lugar, porque no se desangran ni se meten tallo de perejil ni tacuara en la vagina, entonces, los medio de prensa no tienen qué “denunciar” ni con qué crear morbo en sus titulares.

La obligatoriedad de la reproducción

“Las mujeres tenemos la pesada carga de reproducir y en nuestras manos está la continuidad del mundo. Nosotras somos responsables del futuro del mundo”. Estas serían las palabras de una mujer que quisiera convencernos de que abortar es un pecado mortal y sobre todo convencernos de que la reproducción es obligatoria y la única misión de las mujeres en el mundo.

Y así, juega con la supuesta carga que tenemos las mujeres. Queriendo hacernos sentir culpables por el mundo que llegará a su fin. Este es otro argumento, falso fundamento del patriarcado, para someter a las mujeres y evitar que decidamos sobre nuestros cuerpos, poniendo a toda la sociedad como contralora y vigilante de las mujeres y su papel de reproductoras, dulces reproductoras. Lamentablemente, para el patriarcado y para esta sociedad vigilante e inquisidora, las mujeres tenemos derechos a decidir sobre nosotras, nuestros cuerpos y nuestras vidas, como mejor nos parezca. Lastimosamente algunas mujeres son más afortunadas, a la hora de decidir sobre sus cuerpos, que otras.


La falsa moral católica

En los centros públicos de salud, cada vez que una va, lo primero que ve es la imagen de algún santo, santa o virgen, con flores, velas y toda la parafernalia que hace a la creencia popular católica. Cuando se entra a los consultorios, no en todos, se visualiza una miniatura de lo visto fuera. Cuando el motivo de la visita de la paciente se trata de salud sexual, la cara de la persona allí cambia. Una de las señoras contaba que una amiga fue a solicitar anticonceptivo inyectable, la enfermera allí le dijo que no tenían, cuando fue saliendo, la enfermera le dice “shhiss, andate más tarde a mi casa ahí yo tengo”. La mujer fue después a la casa de la enfermera y ésta le cobra 15 mil guaraníes. En este caso no podremos saber por que la enfermera se negó a atenderla en el hospital. Las hipótesis pueden variar. Que sea verdad que en el hospital no había más, que ella vendía en su casa insumos del Estado, o que su “religión no lo permita”, en este caso no tenemos el motivo, pero otras y muchas veces, según las mismas mujeres y según lo que se escucha, aquellas personas (médicos. médicas y afines) que más se oponen al goce de los derechos sexuales de las mujeres son las mismas que habilitan clínicas clandestinas dirigidas al aborto y quienes encuentran un buen negocio en la desesperanza, en la urgencia.

También habría que mencionar que muchas – y en su mayoría – de las mujeres que abortan son mujeres católicas, que creen en la vida, en su vida, en su historia. Como muchas de estas mujeres que me (nos) contaron sus experiencias frente al aborto y que creen que la penalización no es la mejor solución a un problema social que se cobra cada año muchas vidas de mujeres. Mujeres con futuro, mujeres con historia.

Por eso, sigo diciendo que quiero que este lugar siga siendo el mismo, con las mismas mujeres que luchan, que construyen, pero con un sistema de justicia que mire la realidad de las mujeres y con un sistema de salud laico, que garantice el derecho de las mujeres a la salud sexual, a la salud reproductiva y con médicos y médicas que prioricen la vida de las mujeres y priorice su existencia, ante una moral que no es real y que mata.

Este artículo no tiene fuentes teóricas ni estadísticas. Utilizo la misma fuente que avalan las teorías y dan los números a las estadísticas, utilizo las voces de la experiencia, de la lucha, de la valentía; utilizo las voces de casi 50 mujeres y los apuntes rápidamente tomados mientras conversaba con ellas. Pueden refutarme todo lo que quieran, pero esas voces grabadas en mi cabeza no la borraran con ninguna rigurosidad académica ni científica, porque escuché la verdad y la realidad de boca de las protagonistas del día a día. Y estoy segura que, si preguntamos a otras mujeres sobre aborto, más de una contestara que si conoce, pero para que eso ocurra, hay que saber escuchar y hay que quitarse la careta moral.

 


 

1) Letra de la canción “Imposible” de banda argentina Callejeros. Disco Presión 2003
2) Bueno, no es que nos fuimos al extremo de los temas que nos convocaba. Simplemente nos salimos del programa. Yo quería escuchar y ellas me querían contar sus historias. Casi todas las mujeres eran campesinas activistas de distintas organizaciones y venidas de distintos lugares del país. Uno de los encuentros fue en la Ciudad de Santaní y la otra acá en Asunción.
3) La traducción literal, sería más o menos así. Esta situación no es provechosa (no beneficia) a las mujeres. Las mujeres abortan y van a seguir abortando, pero van a morir (o prefieren morir) por que sabemos bien que si van al Hospital, no las atenderán bien, las maltrataran y además las enfermeras llamaran al fiscal. Por eso (o por esto) no van, aunque se estén desangrando.

 


Fuente: Quiero que sea este lugar, pero convertido. Que decir aborto suene a legal y que no sea un pecado mortal (1)