SERAFINA DAVALOS Y SU ÉPOCA
¿En que tiempo de hombres supo Serafina Dávalos pensar su condición de mujer? ¿En tierra de qué mujeres intentó trasladar, reflexivamente, parte de un pensamiento feminista ligado ya a la historia y a las reivindicaciones de tantas mujeres americanas y europeas? ¿Qué significaba para una mujer apelar a los po deres públicos, enseñar, doctorarse, dirigir centros de formación, representar al país en foros internacionales y escribir en el Paraguay de comienzos de siglo?
Se hace difícil nombrarla en términos que no sean los de atipicidad, de excepcionalidad. Entender su trayectoria sin adivinar en ella una intensa voluntad creadora, y quizá cierta orgullosa conciencia de ser, de saberse diferente.
Maestra de un país cuya población escolar no sobrepasaba las treinta mil personas, encabeza en enero de 1896 la lista de firmantes de una nota, de mandando la creación de una Escuela Normal de Maestras, dirigida al Super intendente de Instrucción Pública. Se había fundado poco antes la de Maestros, y las once egresadas del curso de preceptoras de la Escuela Graduada de Niñas de la Capital –¿contaría alguna con más de veinte años?– defienden su derecho a “extender sus conocimientos secundarios y adquirir un título profesional que represente mayor caudal del saber”. Pasión de conocimiento ligada precozmente a reivindicaciones igualitarias: las demandantes expresaban confianza en la aceptación de su solicitud, dado que “la mujer tiene tanto derecho a la consideración de los poderes públicos como los varones”.
La Escuela se crea bajo la dirección de Adela Speratti, y la joven Serafi na Dávalos pasa, con los años, a integrar su plantel docente. Estudiante de Derecho, funda y dirige poco después la Escuela Mercantil de Señoritas, y “numerosas contadoras del sexo femenino” formadas por ella encuentran trabajo en las casas de comercio asunceno de la época.
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